México y la esclavitud: una deuda histórica

- Artículos - diciembre 3, 2025

Entre el siglo XVI y finales del siglo XIX alrededor de 12.5 millones de africanos y africanas fueron llevados a la fuerza a América de maneras inhumanas, para ser vendidos y realizar tareas forzadas de diferentes índoles. Existe una cifra estimada del número de personas que que entraron como esclavos de manera legal a la Nueva España: 250 mil y 500 mil. Pero eso no contempla el contrabando que también fue una práctica común en toda América, provocado en gran parte por el Sistema de Castas establecido en la Nueva España, que generó una compleja y violenta estratificación social basada en la raza y el origen étnico: colocó en la cima a los españoles divididos en peninsulares y criollos, en medio a los mestizos (español e indígena) y las personas naturales de los pueblos originarios y al final a la población africana esclavizada.

De acuerdo con el historiador Rafael Castañeda, en el virreinato se distinguió a las personas de origen africano en tres categorías: los bozales, aquellos que arribaron en la primera mitad del siglo XVI y provenían principalmente de África central; los ladinos, negros provenientes de España, Portugal o el Caribe y que fueron formados por la cultura hispana y católica; y los negros criollos, que como su nombre lo indica, se refiere a la población que nació en América. Otras denominaciones posteriores incluyen los términos  “moriscos”, “lobos”, “pardos”, “mulatos”, “zambos” y “negros”. 

Los esclavos eran marcados y transportados como parte central del colonialismo transatlántico que requirió mano de obra en grandes cantidades para ser utilizada en plantaciones, en el trabajo en las minas, en los ingenios azucareros como fue común en esta zona morelense, o bien a cargo de las labores domésticas. México tiene una fuerte relación con la historia de la esclavitud, que establece un vínculo entre Veracruz y África, siendo el puerto una pieza clave en la navegación del sistema comercial esclavista. Si a eso le sumamos la crisis demográfica que se originó en la primera mitad del siglo XVI causada por pandemias que mermaron drásticamente la población indígena; y que la esclavitud estuvo prohibida para la población indígena desde 1542 con la promulgación de las denominadas “Leyes Nuevas” del rey Carlos I de España; es imposible no tomar consciencia de la deuda histórica que la Nueva España provocó ante el pueblo africano y cómo éste forma parte del tejido cultural mexicano, y lo que representó su fuerza de trabajo en la construcción de grandes valores culturales del país. 

Los Insurgentes contra la esclavitud

El 5 de octubre de 1813 en Chilpancingo, el entonces General José Maria Morelos y Pavón emitió un decreto dirigido a los intendentes de cada provincia de la Nueva España para poner fin a las prácticas de la esclavitud:

 “A excepción de los europeos, todos los demás habitantes no se nombrarán en calidad de indios, mulatos ni otras castas, sino todos generalmente americanos. Nadie pagará tributo, ni habrá esclavos en lo sucesivo, y todos los que los tengan serán castigados. No hay caja de Comunidad y los indios percibirán los reales de sus tierras como suyos.”.

Tema que volvería a revisar en el artículo 15 de los Sentimientos de la Nación: “que la esclavitud se proscriba para siempre, lo mismo que las castas y se establece que todos queden iguales”.

Morelos seguía las postulaciones de Miguel Hidalgo quien, por su parte, también escribió sobre el tema el 6 de diciembre de 1810, definiendo al comercio de seres humanos como un acto antinatural:

”que siendo contra los clamores de la naturaleza el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud no sólo en cuanto al tráfico y al comercio que se había de ellos, sino también por lo relativo a las adquisiciones […] .

No obstante, los edictos proclamados por los jefes insurgentes no tuvieron repercusión en todo el territorio, ya que la esclavitud se mantuvo durante un largo tiempo más. Esto se debía a que liberar a los esclavos no era un proceso sencillo, pues entraba en conflicto con el derecho de propiedad. Aun así, la intención de abolirla siguió formando parte del discurso político. Por ejemplo, en la Constitución de 1824 también se abordó de manera directa la prohibición de la esclavitud:

“El soberano Congreso general constituyente de los Estados unidos mexicanos, ha tenido á bien decretar lo siguiente.

1. Queda para siempre prohibido en el territorio de los Estados unidos mexicanos el comercio y tráfico de esclavos, procedentes de cualquiera potencia, y bajo cualquiera bandera.

2. Los esclavos que se introdujeren contra el tenor del artículo anterior, quedan libres con solo el hecho de pisar el territorio mexicano.

3. Todo buque, ya sea nacional ó estrangero en que se trasporten, e introduzcan esclavos al territorio mexicano, será irremisiblemente confiscado con el resto de su cargamento; y el dueño, el comprador, el capitán, el maestre y el piloto sufrirán, la pena de diez años de presidio.

4 Esta ley tendrá su efecto desde el mismo día de su publicación; pero en cuanto á las penas prescritas en el artículo anterior, no lo tendrá hasta seis meses después, respecto de los colonos que en virtud de la ley de 14 de octubre último sobre colonización del Istmo de Huazacoalcos desembarquen esclavos con el fin de introducirlos en el territorio mexicano.

E incluso posteriormente, ya con base en la Constitución de 1824, Vicente Guerrero, el primer presidente de origen afromexicano en la historia, emitió el Decreto de abolición de la esclavitud, el 15 de septiembre de 1829.

Una omisión que prolongó la esclavitud

Si bien en todas las citas anteriores podemos constatar la preocupación insurgente por legislar la abolición de la esclavitud, existe un punto central que no fue abordado de manera directa: el reconocimiento constitucional de los derechos de las poblaciones africanas forzadas a migrar, que ya estaban en América. Y aunque es cierto que la independencia se había logrado en la Nueva España, la costumbre entre la población continuaba regida por las dictaminaciones españolas.

En la Constitución Española de 1812, logro central de las Cortes de Cádiz, que proclamaba la igualdad de derechos entre españoles y americanos, no se reconocía la ciudadanía de las poblaciones afro. El documento no formulaba un mecanismo de supresión de la esclavitud, sino que reconocía como ciudadanos a aquellos que ya hubiesen sido liberados:

Artículo 5o.

Son españoles: 

Primero. Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos. 

Segundo. Los extranjeros que hayan obtenido de las Cortes cartas de naturaleza. 

Tercero. Los que sin ella lleven diez años de vecindad, ganada según la ley en cualquier pueblo de la Monarquía. 

Cuarto. Los libertos desde que adquieran la libertad en las Españas.

400 años después, el reconocimiento de México

Lo cierto es que en el proceso de conformación del Estado mexicano, las poblaciones africanas pasaron a la invisibilidad, pese a su importante contribución y participación social, cultural y política que fue y está presente en el país. En los pueblos cañeros de Morelos basta recordar algunas pocas generaciones atrás para comprender la presencia fuerte y vigente la afromexicanidad. Hay una deuda histórica que debe analizarse desde múltiples puntos de vista para comprender mejor que “las formas de estratificación social basadas en el racismo no forman del todo parte del pasado y que la historia es constitutiva de la sociedad mexicana, tanto en su rica diversidad cultural como en sus arraigadas desigualdades sociales”.

No fue hasta el primero de agosto del 2019, 400 años después, que se otorgó el reconocimiento constitucional a las poblaciones afromexicanas, al sumar un apartado C en el Artículo 2° constitucional que establece lo siguiente :

“Esta Constitución reconoce a los pueblos y comunidades afromexicanas, cualquiera que sea su autodenominación, como parte de la composición pluricultural de la Nación”.

En México cada vez es más cotidiano el justo reconocimiento de la tercera raíz, toda la herencia cultural que proviene de África y que conforma nuestra identidad mestiza, ¿Pero realmente se ha forjado una reparación de esa deuda histórica con los pueblos cuyo origen es la esclavitud y aún hoy afrontan el racismo sistemático?